Zlatan Ibrahimovic, Javier Pastore, Ezequiel Lavezzi, Lucas Moura, Marco Verratti, Blaise Matuidi o Jérémy Ménez son algunas de las estrellas con las que el PSG se plantó ayer sobre el césped de Mestalla para disputar el partid de ida de los octavos de final de la UEFA Champions League contra el Valencia. Sobre el papel, por nombres y potencial, un auténtico equipazo.
El colegiado italiano Paolo Tagliavento hace sonar su silbato y decreta el inicio del partido, bastan 5 minutos de juego para saber que esa pléyade de estrellas con la que cuenta Carlo Ancelotti nos va a hacer disfrutar lo justo con su fútbol, bastan cinco minutos de partido para saber que vamos a ver un partido de fútbol que ya hemos visto demasiadas veces, con diferentes protagonistas, pero con idéntico transcurso En solo 5 minutos sabemos que estamos ante un partido de franquicia fútbol.
Da igual si vemos un partido del PSG, del Manchester City, del Chelsea, del Real Madrid o incluso del Manchester United, da igual si es ante un rival de más o menos enjundia, da igual si juegan en sus ligas domésticas o lo hacen por Europa, casi como si de clones se tratase, el planteamiento de muchos de los mejores equipos de Europa es un calco, una fotocopia futbolística que va exhibiéndose por todos aquellos estadios por los que pasan estos clubes. Como si de una franquicia futbolistica se tratase, este esquema de juego, esta manera de ganar, que no de jugar, se ha impuesto a lo largo y ancho de la vieja Europa.
El planteamiento es rápido y fácil, eso si, siempre que se tengan los billetes necesarios para llevarla a cabo, la fórmula del éxito consiste, básicamente, en jugar como el equipo más pequeño que podamos haber visto nunca en el campo del mejor, es decir, todos juntitos atrás, defendiendo, tapando huecos y ahogando al rival, con la diferencia de que, en este caso, el dinero se ha usado para comprar a los mejores, y más rápidos, delanteros disponibles. El plano no tiene complicación ninguna, se aprieta, se roba la pelota y que los de arriba corran y se apañen ellos solos. El plan es válido, los resultados de los diferentes equipos que lo practican lo avalan,pero hay que preguntarse si es bueno para el fútbol ahogar de esta manera el talento y la calidad.
Bajo mi punto de vista, el problema que plantea este franquiciamiento de las altas esferas futbolísticas, más allá de lo canalla del mismo, es el flaco favor que le hace al propio fútbol y, especialmente, a los futbolistas de calidad que en el intervienen. Limitar a jugadores como Özil, Silva, Pastore, Agüero, Mata, Benzema, Ibrahimovic, Kagawa o Modric a dar o recibir balonazos y correr interminables carreras me parece tal desperdicio de talento y calidad que creo que debería estar penado.
El dinero, las urgencias y la desesperación de los jeques y de algunos clubes ha legitimado el plan de muchos entrenadores cobardes que, ante su incapacidad de plantear un fútbol de calidad, deciden reducirlo a la mínima expresión, intentar que el fútbol propiamente dicho que se vea en los partidos en los que sus equipos hacen acto de presencia sea el menor posible ya que, ante la ausencia de fútbol, suele imperar la diferencia de calidad individual y en eso, ellos suelen tener ventaja.
De seguir por este camino, llegará un día en el que veremos una final de la UEFA Champions League en la que ninguno de los dos contendientes osará salir de su campo y se dedicaran a esperar que su rival deje espacios, todo un espectáculo para los espectadores.